No es conveniente castigar a un niño
haciéndole escribir cien veces
¡Abajo el fascismo!
Las doctrinas malsanas
no se combaten repitiendo palabras.
El niño gritó en clases ¡Viva el fascismo!
porque había escuchado esa exclamación
a unos parientes extraviados.
La maestra pensó que el niño iba por mal camino
y necesitaba un correctivo.
Otra buena intención para empedrar el infierno.
El odio se combate con amor;
la tiranía con heroísmo.
En señal de paz el niño debiera
llevar una manzana a la maestra
y dar vuelta a la página.
En este planeta pequeño y complicado
no hay que seguir a las primas y los primos extremistas
ni menos todavía repetir como un loro
los gritos que ellos lanzan sin el menor decoro.
FERNANDO LAMBERG, 2009
sábado, 11 de julio de 2009
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