En verdad cincuenta años de matrimonio son bastantes años
y entre sus días y semanas pasan flotando los acontecimientos,
algunos graves, otros dramáticos, algunos ligeramente cómicos
y entre los grandes problemas y las grandes alegrías,
a continuación de caminos y altibajos,
luego de explosiones y tardes tranquilas,
después de combatir por el amor y luchar contra el odio
mucho de rutina se suma a nuestros días
y miramos el sol y la luna pensando
que puede llegar algo inesperado,
próspero o adverso, dañino o benéfico
y mientras tanto los años pasan,
la costumbre comienza a imponerse
sobre los caminos más trillados,
sobre las ceremonias más comunes, sobre las soluciones encontradas
y conversamos con algunos vecinos,
llamamos por teléfono a los hijos,
conocemos a los nuevos nietos,
bebemos una copa de vino junto a un libro,
saludamos a la felicidad cuando llega
y tratamos de esquivar la desgracia,
miramos por la ventana como crecen los árboles,
compramos nuevas sábanas para el antiguo lecho,
hablamos más de recuerdos que de proyectos,
jugamos a las cartas, vemos la televisión, leemos la prensa
y llevamos cincuenta años el anillo nupcial
en el cuarto dedo de la mano izquierda.
FERNANDO LAMBERG, 2008
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