Mientras más se hundía en la locura
se convirtió en el ermitaño de Macuto,
acompañado por su fiel Juanita,
por sus fieles muñecas de trapo, por el sol siempre amigo
y el océano invariable.
Sus pinceles atraparon el marrón
y el blanco y el azul,
marrón de cerros, blanco de arenas,
azul de cielos cada vez más blancos,
marrón de cerros que llegan al azul,
azul tan diáfano
que estalla en un relámpago.
Cuando los hombres no comprenden
dicen que la locura llegó a Macuto.
Pero no es cierto.
Reverón vio tanta luz que la bebió como una copa.
No es cierto que vivió en las tinieblas de la locura.
Somos nosotros los obscuros.
FERNANDO LAMBERG, 2007
1 comentario:
Es locura para unos, libertad para otros y para Reverón era simplemente LUZ. Por eso se quedó a vivir donde mejor se refleja: En la orilla del mar. Y no quiso volver más al lujo porque se había vuelto troglodita y así volvió a ser niño, volvió a ser feliz. Un rayo de luz secuestró su razón y la convirtió en arte.
Publicar un comentario