Algunos gorilas son sinceros. Presentan ante el mundo su pelaje,
sus garras, su violencia, su menguado cerebro.
Otros gorilas creen que pueden disfrazarse
y de ese modo burlar a los incautos.
Es una vana pretensión.
Desde lejos se reconoce a un gorila
aunque vista hábitos religiosos,
use gafas universitarias
o se siente en un curul parlamentario.
A la hora de la verdad los disfraces vuelan.
El poder legislativo empuña códigos injustos,
el poder judicial anuncia supuestos delitos
y generales traidores ordenan disparar contra el pueblo.
Termina el carnaval. Caen las máscaras.
Los medios cómplices afirman que un golpe no es un golpe.
Los gorilas a la luz o en la niebla
con grandes gritos comienzan su danza cuadrúpeda.
Siempre hay empresarios que asisten a la fiesta.
Y nunca falta una bendición cardenalicia.
Los gorilas ignoran que el pueblo
convierte las piedras en proyectiles,
emplea el corazón como un arma
y después del combate vuelven a la paz
para enterrar a los gorilas con disfraz o sin disfraz.
FERNANDO LAMBERG, JULIO DE 2009
viernes, 24 de julio de 2009
sábado, 11 de julio de 2009
TAREA DE CASTIGO
No es conveniente castigar a un niño
haciéndole escribir cien veces
¡Abajo el fascismo!
Las doctrinas malsanas
no se combaten repitiendo palabras.
El niño gritó en clases ¡Viva el fascismo!
porque había escuchado esa exclamación
a unos parientes extraviados.
La maestra pensó que el niño iba por mal camino
y necesitaba un correctivo.
Otra buena intención para empedrar el infierno.
El odio se combate con amor;
la tiranía con heroísmo.
En señal de paz el niño debiera
llevar una manzana a la maestra
y dar vuelta a la página.
En este planeta pequeño y complicado
no hay que seguir a las primas y los primos extremistas
ni menos todavía repetir como un loro
los gritos que ellos lanzan sin el menor decoro.
FERNANDO LAMBERG, 2009
haciéndole escribir cien veces
¡Abajo el fascismo!
Las doctrinas malsanas
no se combaten repitiendo palabras.
El niño gritó en clases ¡Viva el fascismo!
porque había escuchado esa exclamación
a unos parientes extraviados.
La maestra pensó que el niño iba por mal camino
y necesitaba un correctivo.
Otra buena intención para empedrar el infierno.
El odio se combate con amor;
la tiranía con heroísmo.
En señal de paz el niño debiera
llevar una manzana a la maestra
y dar vuelta a la página.
En este planeta pequeño y complicado
no hay que seguir a las primas y los primos extremistas
ni menos todavía repetir como un loro
los gritos que ellos lanzan sin el menor decoro.
FERNANDO LAMBERG, 2009
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