sábado, 21 de junio de 2008

COMPAÑERO PRESIDENTE


FERNANDO LAMBERG (especial para publicación de Casa de las Américas en el Centenario del Natalicio de Salvador Allende)






Compañero Salvador, compañero presidente:
el último resplandor de tu vida fue tu muerte.
Combatiste cada día por los humildes,
por la salud, el pan, las letras, el techo de los pobres.
Naciste dentro de una burguesía que no te perdonó
que rechazaras sus columnas doradas,
que salieras a entregar amor y combate.
Una burguesía que te odió porque eras el ejemplo
del hombre que tiene una moneda y la comparte,
del hombre que emplea las tablas de la ley
para ayudar a los débiles,
del hombre que sale a curar las heridas del pueblo.


Era necesario derrotarte. Y más aún destruirte
para que nunca más un médico graduado con honores
se acercara a un obrero, a una mujer humilde, a un niño de barriada.
Y no era suficiente con matarte.
Había que lanzar la infamia y la mentira
para que nadie acompañara tu noble figura.
Había que lanzar sobre tí la lluvia de las peores calumnias
y elevar como ejemplo la imágen del traidor, la imágen del ladrón
diciendo que él había salvado al país
de los horribles gérmenes de la igualdad,
de los bacilos de la fraternidad,
de la peligrosa doctrina de la unión de los pobres.



Ensayaron contigo el halago y la
corrupción.
Pero vieron que defendías al pueblo
con la fé más ferviente,
que aceptabas morir por tus ideales.
Entonces trataron de impedirte
gobernar,
asesinaron a tus leales seguidores,
pidieron al poder extranjero cien
monedas
que alimentaran las entrañas de la
infamia.


Para Chile Septiembre era el mes de la patria,
la jornada de la primavera, con el sonido de la cueca y de las tonadas,
con volantines volando entre las nubes blancas.
Los oligarcas permitían cantar al pueblo
mientras no se acercaran a sus mansiones
y permitían bailar al pueblo
mientras no reclamara un pedazo de tierra.
Ese pueblo se volvió peligroso.
Entonces el fascismo convirtió Septiembre
en un mes sombrío y maldito.
Sombrío por la ambición, maldito por la traición.



Los pobres no debían llegar al
poder,
los pobres no podían tener la
fuerza de la salud
ni la luz de las letras ni un
techo ni uncentavo.
Y como tú Salvador Allende,
Allende Salvador,
querías libertar a los niños del
hambre,
a las mujeres de la miseria, a los hombres de la explotación
te convertiste en el combatiente que tenían que destruír.


Los traidores consiguieron comprar empresarios,
sobornar senadores, alquilar jueces,
inflar las velas de la codicia, lanzar los buitres de la ambición.
Los aviones volaron con su carga mortal sobre el palacio.
Ardieron los tejados, los balcones, los naranjos de los patios.


Compañero Allende: te defendiste disparando contra los enemigos.
Hombre de leyes, tribuno de la constitución,
morías empuñando las armas junto a tus fieles luchadores,
manteniendo tu palabra de lealtad,
cumpliendo el juramento de defender al pueblo.


Los soldados consiguieron
entrar al palacio.
Junto a tu cadaver parecieron
apagarse las llamas de la esperanza.
Pero no era así.
Moriste renaciendo como todos
los héroes
que entregan su vida para que
otros vivan,
que entregan su existencia para que otros existan,
que caen como una semilla y surgen como un árbol,
que llegan como un río hasta el mar de la mañana.


Y tu ejemplo está allí
entre los muros del palacio, entre la calles de Santiago,
entre las anchas alamedas.
Compañero Salvador, compañero presidente,
el último resplandor de tu vida fue tu muerte.


FERNANDO LAMBERG

domingo, 15 de junio de 2008

¡ PRESENTE !


Compañero presidente,
compañero Salvador, compañero Allende,
usted contesta ¡presente!, presente como siempre
y es cierto que está aquí con nosotros,
que comparte nuestros combates,
nuestras penas, nuestras alegrías
y no podía ser menos
porque juró defender el poder que le dimos,
el poder que surgió de usted y de todos nosotros,
el mandato en el palacio,
el sillón presidencial, la banda presidencial,
las murallas blancas en el patio de los naranjos.

Y cuando usted dice ¡presente!
vuelvo a ver sus anteojos, su sonrisa cordial
y escucho el metal de su voz
pidiendo que no nos sacrificáramos en vano,
que usted pagaría con su vida la lealtad del pueblo
y anticiparía los caminos
para que avanzara el hombre nuevo.

Por eso cuando escucho su voz, compañero,
su voz más poderosa que las explosiones,
más fuerte que la traición,
más profunda que la cobardía,
siento al mismo tiempo
el dolor del pasado en el pecho
y la luz de la mañana en las entrañas.

Y cuando yo grito ¡presente! y usted grita ¡presente!
la estrella brilla más en la bandera
y son más anchas las anchas alamedas.


FERNANDO LAMBERG

UN CANTO PARA EL CHE


Si la tierra despertara
te contaría sus sueños, comandante Che Guevara.
Si la tierra caminara
te seguiría los pasos, comandante Che Guevara.
Y si la tierra cantara
cantaría para ti, comandante Che Guevara,
porque fuiste y sigues siendo el ejemplo de una vida pura,
del hombre que combate hasta la muerte
para entregar a los demás los frutos de la vida.

En tu boina guerrillera brilla otra vez la estrella,
médico, constructor, maestro,
a carta cabal revolucionario.
Viajaste por tierras de América
en la motocicleta de la odisea,
atendiste a los leprosos de Cabo Blanco,
fuiste el combatiente de Palma Mocha y de tantos lugares.
Después del triunfo administraste los bienes del humilde,
el tesoro del pobre.

En las tribunas internacionales
te enfrentaste a la infamia del imperio.
Combatiente congoleño, visitante de tantos países,
los paralelos y los meridianos supieron
de ti y de tu bondad profunda,
de tus jornadas incorruptibles, de tus fecundos días.
La traición cortó tus manos
pero nadie
pudo cortar los puentes profundos
que te unían con el pueblo.
Y es por esas causas y por tantas otras causas
que si la tierra cantara
cantaría para ti, comandante Che Guevara.

FERNANDO LAMBERG

domingo, 8 de junio de 2008

MUERTE Y RENACIMIENTO DEL COMPAÑERO ALLENDE


Apoyó el cañón de la metralleta contra su barbilla.
El combate había durado varias horas.
Desigual combate entre un puñado de valientes
y las desatadas furias del infierno.
Las bombas de los aviones incendiaron el palacio.
El alcanzó a incendiar un tanque enemigo.

La metralleta era el regalo de otro combatiente,
de un combatiente que llegó al poder
por la justicia y la violencia;
pero él, el hombre que estaba entre las llamas,
alcanzó el poder por la elección del pueblo
y juró defender el poder que recibió,
la confianza en él, la amistad, la fe.

Juró defender con su vida el poder popular,
el mandato que le fue entregado.
Vivió heroica y dignamente
y sabia la ruindad de sus enemigos.
Sabia que la infamia tratarla de ofenderlo y humillarlo.
No quiso que quebraran sus manos.

No quiso que las águilas del imperio
rasgaran sus entrañas.
Sabía que su recuerdo brillaría
sobre la calumnia y la infamia.
En un segundo pasaron ante él las imágenes de su existencia:
los años de estudiante, de médico, de senador, de presidente,
todos los años con el pueblo y para el pueblo.

Otra vez la oligarquía había ganado una batalla;
pero no había vencido en la guerra
porque esa guerra continuará hasta que cada niño
sonría ante un vaso de leche,
cada joven pareja se detenga a contemplar las nubes,
cada anciano sienta en sus venas
una chispa de la antigua primavera,
cada sendero lleve hasta la paz y la justicia.

Oprimió el cañón contra su barbilla y disparó.
Con la ráfaga de la metralleta
comenzó su largo camino hacia las anchas alamedas.

FERNANDO LAMBERG

ÁGUILA


El águila poderosa sufre la desdicha
de servir de imagen de la injusticia.

En la naturaleza
los animales siguen leyes inmemoriales.

No es el odio el que guía as garras
sobre los corderos; no es la ambición
la que derriba ovejas.

Nunca ha pretendido el águila dominar
ni indicar los caminos.

La codicia humana vuela
a destruir lejanas tierras,
desata interminables males
y luego miente descaradamente
diciendo que el águila tiene
alas imperiales.

FERNANDO LAMBERG

LOS NIÑOS INVISIBLES


Lo importante no era el crimen.
Lo importante era ocultar la imagen del crimen.
Cuando alguien lanzó la orden de bombardear la ciudad inocente,
cuando alguien ordenó matar niños, ancianos, mujeres
y algunos desesperados combatientes.

El ataque llegó de improviso
con las mortales alas de la alevosía.
Se afirmó que solamente se alcanzarían objetivos militares.
Evitarían los daños colaterales.
Por desgracia una bomba de racimo al estallar
causa consecunecias imprevistas.
No importaba que se ejecutara el genocidio.
Las instrucciones pedían mantenerlo escondido.

Para los invasores el crimen no televisado
perdía su condición de crimen.
Las manos teñidas de sangre seguían siendo limpias.
Los dientes de las bestias no destrozaban vidas.
Se ordenó volver invisibles a los niños.
Ni sus cuerpos ni sus rostros debían ser conocidos.
Niños que apenas comenzaban su camino.
Sólo algunos soles compartieron sus juegos.
Sólo algunas lunas alumbraron sus sueños.
¿Quién llorará la muerte de niños invisibles?
¿Quién puede condenar lo que no ha visto?

El patriota de un país lejano presentó ante las cámaras
la imagen de esos rostros y esos cuerpos,
aquellas víctimas en el lugar del crimen.
Entonces los guardianes de la honra del imperio
lanzaron gritos mas allá del cielo.
Se manchaba el borde del traje del asesino;
se ensuciaban las botas imperiales.

Todos sabían que la ambición fingía ser libertadora y defensora.
Nadie ignoraba que la codicia arrasaba el territorio.
Por esa codicia lanzaron a los niños a las cavernas sombrías.
Por esa codicia la inocencia fue destruida.
Los canales de comunicación no debían mostrarlos.
Los mensajeros tenían que esconder el mensaje.
El patriota de un país lejano dijo que esos niños habían existido
y dejaron de existir bajo la violencia.
Con el pretexto de atacar el terror
se extinguió la llama de esas vidas.
¿Quién podía creerle a quien mostraba una verdad escondida?
Los asesinos quedaron tranquilos.
Ojos que no ven no pueden condenar.
Lo importante no era el crimen.
Lo importante era ocultar la imagen del crimen.

FERNANDO LAMBERG

GUERNICA


Si se pudiera rescatar
un solo retrato del Siglo Veinte
sería "Guernica".

No se divisan los aviones
no se ve caer las bombas
ni se escucha el estruendo de los bombardeos;
pero el dolor crece como una ola
y el hombre que yace con la espada rota
y la madre con el hijo muerto entre los brazos
nos recuerdan que desde hace milenios
han pretendido apagar con fuego
la sed del pueblo.

FERNANDO LAMBERG

IDEOLOGÍA


La revolución puede tener una piel hermosa y unos ojos bellos;
pero esto no le basta para caminar.
Para caminar necesita apoyar los pies en el hueso ideológico,
afirmarse en la vértebras de la táctica y la estrategia,
sostenerse en la espina dorsal de la doctrina.

Compañero, compañera: sin ideología
podemos pensar que existen seres providenciales
y apoyar con estusiasmo al sonriente deportista,
a la cautivante candidata
o al desconocido
que tal vez traiga la alfrombra voladora del futuro;
podemos creer que con la muerte de un oligarca terminó la oligarquía;
podemos ayudar a un gobierno que rechaza a los humildes,
descuidar al enemigo discutiendo
cuál azul es más azul o cual amarillo es más amarillo
o ahogarnos en un dedal de agua.

Sin ideología la revolución es una belleza invertebrada.

No basta con la amistad
porque podemos ser amigos de nuestras equivocaciones.
Ni siquiera basta con la lealtad
porque podemos ser leales con nuestros errores.
El amor es hermoso. Indudable.
Pero amar las sendas oscuras no conduce hacia la luz
ni amar la neblina sirve para orientarse.

Sin una ideología podemos pensar que es suficiente
fijarse una meta y dejar a los demás arreglarse como puedan;
podemos dejar de ser los jóvenes rebeldes
y convertirnos en ancianos sumisos o vendidos.

No existen los golpes de luz que aclaran los acontecimientos
ni la intuición profunda que se anticipa a la razón
ni la llama subconsciente ni el caldero del brujo
ni los naipes adivinos ni el triunfo irracional.

Compañero, compañera: la revolución puede tener
una piel hermosa y unos ojos bellos;
pero eso no basta.
Abramos las puertas de la ideología
para que podamos dominar el mañana.

FERNANDO LAMBERG

CANTO A CARLOS MARX


Poetas del mundo, uníos para cantar a Marx,
al joven Marx, al Marx adulto, al anciano Marx
porque junto al combate está el canto del combate
y junto a los porfiados hechos viven las tenaces palabras.

Carlos Marx, sacaste a la luz la verdad que tanto siglos ocultaron:
el motor de la historia es la lucha de clases
y ante esta verdad cayeron las máscaras de la falsa libertad,
la falsa igualdad, la falsa fraternidad.

Llegaste del mármol de la filosofía al hierro de la economía.
En tu obra los átomos de Demócrito giran
y el río de Heráclito deviene;
la lógica de Hegel contempla con asombro
como la llevaron del cielo a la tierra
y la economía enseña que el trabajo produce
un valor que los voraces vampiros devoran.

Fuiste el nadador profundo en los océanos del pensamiento
y el accidentado caminante en los terrenos de la vida.
La fiel jenny te acompañó junto a los hijos que sobrevivieron
y los hijos arrebatados por la miseria.

Porque conociste la pobreza en carne propia y en la carne proletaria
y viste como el capital humillaba y destruía la familia obrera.
El capitalismo ahorcaría a los pobres
si no nebesitara del sudor de ellos mientras viven
y de la sangre de ellos mientras agonizan.

Marx: permíteme llamarte carlos
porque somos compañeros del mismo planeta
y aguardamos la llama del mundo posible.
Viajaste por tierras de Europa
perseguido por quienes vieron en ti el heraldo de la verdad,
ese que descubre las trampas y avisa a alas víctimas,
ese que no renuncia a la antorcha que lleva.

El generoso y abnegado Engels afianzó tu vida
y hombro con hombro levantó contigo
la invencible muralla del Manifiesto.
Es el largo camino que va
del infierno capitalista al paraíso del socialismo.
Es un camino en que avanzamos con puños y piedras,
con combates y banderas.

Y al borde del camino acechan el revisionismo,
el dogmatismo, el entreguismo
como serpientes que estrangulan con sus fuertes anillos.
Vamos de la injusticia a la justicia,
de la desigualdad a la igualdad,
del egoísmo a la fraternidad.

El marxismo es el más alto humanismo
en que cada hombre tiene su propio ser y el ser de todos.
Desde el pretérito hacia el futuro llega Marx
con su frente de roca, sus ojos de león y sus barbas torrenciales.

EL combatiente del siglo XIX es el combatiente de todos los siglos.
Las ideas no mueren. Las ideas siguen vivas
sobre los cuerpos de los perseguidos y los desaparecidos,
sobre las derrotas y sobre las victorias.

El capitalismo sólo puede ganar dinero.
los hombres verdaderos tienen un mundo que ganar
y junto contigo, Marx, asaltarán el cielo.

HIMNO A LENIN


Vladimir ilich Ulianov,
Presidente del Consejo de las Comisarios del Pueblo,
contigo y junto a tí la revolución de Octubre
asaltó el siniestro Palacio de Invierno,
derrumbó el sombrío poder de los zares
y se enfrentó a la contrarrevolución
porque veías el porvenir,
porque tus ojos decididos miraban el mañana.
No sólo colocaste los cimientos, los pilares
sino también paredes y puertas,
balcones y ventanas.

Unión Soviética, sueño hecho realidad,
energía convertida en materia,
doncella de quince repúblicas con las heroicas trenzas al viento.
Vladimir Ilich: moriste en brazos de la Unión Soviética
sin conocer su difícil futuro.

Millones de seres defendieron sus murallas
contra la arremetida de las bestias fascsitas;
con heroísmo increible,
con el amor patrio ardiendo en las entrañas.

Y después de la victoria sonrió al mundo
la Unión Soviética de los tractores y el trigo,
de las fábricas y los martillos,
de Yuri y Valentina como veloces estrellas por el cielo.

Luego la historia se tornó confusa
entre el dogma y la apertura,
entre la intolerancia y las concesiones.

Una cúpula lejana al corazón de la patria
vendió y compró las entrañas del pueblo,
destrozó los miembros de la hermosa Unión.

Vladimir Ilich, la bandera de la hoz y el martillo
con un alarido y un sollozo abandonó el asta
en que flameara con orgullo tantas décadas.

No fue una rendición, fueron desvíos y laberintos,
el extravío de quienes dejaron la senda leninista
creyendo que la transparencia vencería al egoísmo,
que una débil reestructuración era posible.

El enemigo de siniestras carcajadas
vió que la unión se volvía desunión;
la disciplina, indisciplina; la vigilancia, abandono.
Lenin: sabes que no podemos ajustar la realidad a la teoría.

Tenemos que emplear la teoría para construir la realidad
y en este combate prolongado y titánico
es tu herencia, Lenin; es tu mensaje, Lenin,
la luz que nos guía, el sol que orienta,
la brújula de tierra y mar.

Los libros que escribiste nos indican qué hacer.
Honor a Lenin, honor a la Unión Soviética,
honor a los caídos y perseguidos.

Un himno gigante resuena sobre los océanos y las montañas,
el himno que anuncia la aurora.
Los pueblos quieren ser felices.
Los pueblos tienen derecho a ser felices.
Y con el pueblo estás presente ahora y siempre, camarada Lenin.

FERNANDO LAMBERG

jueves, 5 de junio de 2008

Una ORQUÍDEA para VIETNAM


UNA ORQUÍDEA PARA VIETNAM


Desde el trópico, desde la tierra venezolana

te entrego esta orquídea,

Vietnam indomable, Vietnam infatigable,

ejemplo del más alto valor y el más profundo amor.

El imperio lanzó contra ti toneladas de bombas,

destruyó las aldeas, incendió los árboles,

envenenó los suelos y las aguas.

El napalm, la dioxina, las armas imperiales

no lograron quebrar tu corazón.

Del hombre más anciano al niño más pequeño,

de las incansables mujeres combatientes,

desde los sangrientos arrozales surgió la victoria,

desde las humeantes aldeas se venció al enemigo.

Y hoy la paz abre sus brazos fecundos hacia el cielo

así como esta flor de acero y de cristal

abre por ti sus pétalos, heroico Vietnam.


FERNANDO LAMBERG